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El amor por los abuelos

A mis padres les encanta ocuparse de mi hija, quedársela algunas tardes o cuidarla durante las vacaciones. Pero a veces la consienten demasiado o se lo dejan hacer todo. ¿Qué podemos hacer para encontrar el punto justo y repartirnos bien los papeles?

4min de lectura May. 9, 2016

Son dinámicos, deportistas, trotamundos, trabajadores incansables... Los abuelos de hoy viven la vida al máximo, pero también les encanta ocuparse de sus adorables nietos. Su ayuda resulta poco menos que imprescindible para poder organizarse durante el día a día, aunque no podemos pedirles que renuncien a sus actividades y a su libertad para poder dejar al bebé con los abuelos. Entre deseos, compromisos, momentos de complicidad y alegría, cada familia inventa y reinventa de forma permanente esta relación tan especial y única.

 

Un papel de primer orden

Los abuelos tienen un papel esencial en la vida de un niño. Si nos metemos en el terreno de la psicología, diríamos que son “figuras de la socialización secundaria”. En otras palabras, al igual que los padres, les transmiten valores y les dan otra visión del mundo.

Al contarles la historia de la familia, sitúan al niño en el tiempo, lo conectan al pasado y al presente. Les muestran fotos antiguas, les hablan de la juventud de su madre o su padre... En definitiva, son un punto de referencia vital, las raíces que permiten crecer al niño por lo que es positivo dejar al bebé con los abuelos. Mimado, protegido y guiado por estas dos generaciones (la de sus abuelos y la de sus padres), el niño puede encarar el futuro con confianza.

Además, los abuelos hacen con sus nietos las cosas que los padres no siempre tienen tiempo de hacer: jugar, llevarles de excursión, visitar un museo... En este sentido, podríamos decir que son complementarios.

 

¡No hay nada como los abuelos!

Más allá de su papel educativo, los abuelos crean un vínculo afectivo insustituible con el niño. Basta con ver los besos y los mimos que se hacen al encontrarse... Es cierto también que los abuelos ejercen el papel más agradecido. Sin responsabilidades educativas que cumplir y con más tiempo que los padres, están siempre más abiertos a cualquier propuesta... y son más flexibles.

Para el niño, los abuelos son ante todo compañeros de juegos... ¡que aprovecha al máximo! Entiende muy rápido que en casa de los abuelos puede hacer más cosas “prohibidas”. Es normal: si realiza una travesura, los abuelos hacen la vista gorda, mientras que con papá y mamá no se escapa del castigo. ¡Al volver a casa, resulta difícil hacerle entrar en razón!

Una cosa es segura: aunque dejéis al bebé con los abuelos, sólo vosotros, como padres, tenéis la última palabra sobre la educación de vuestros hijos. Para que lo entienda sin mayores problemas, dejadlo claro desde el principio, por ejemplo, haciendo una lista con las reglas de casa, que serán válidas también cuando vaya a casa de los abuelos: ir a la cama a las 20 h, el cuento antes de acostarse, lavarse las manos antes de comer, el castigo si hace una travesura, etc. Además, podéis reservaros vuestros ámbitos de autoridad exclusiva, si creéis que es necesario: el momento en que se le enseñará a usar el orinal, o se le dejará probar por primera vez el chocolate, etc.

A muchos abuelos no les gusta que les llamen abuelo y abuela: les hace sentir viejos. Por suerte, siempre se pueden buscar alternativas: Abu, Abue, Yaya... ¡La imaginación al poder!

 



María, abuela de Pedro:

¡La semana pasada nuestro nieto pintó las paredes de la cocina con sus lápices! Estaba tan orgulloso de su bonito dibujo que no tuve el valor de regañarlo. Cuando su padre vino a recogerlo, le conté lo que había sucedido. Me dijo que si él hubiera hecho lo mismo de pequeño, lo habría castigado. Seguramente tiene razón...